“Es un éxodo (...) Hay que cruzar a Colombia a buscar medicinas y alimentos. Es obligatorio”, dijo a la AFP Alí Prieto, entre la multitud que el sábado esperaba atravesar el puente internacional Simón Bolívar, vía de alto intercambio migratorio que enlaza a las poblaciones de San Antonio (Venezuela) y Cúcuta (Colombia).
Desde el viernes se registran en este punto largas filas, envueltas por momentos en el caos debido a nuevos obstáculos legales.
Según el alcalde de Cúcuta, César Rojas, unos 25.000 venezolanos pasaron la víspera hacia territorio colombiano.
Alí, junto con un familiar, pretende abastecerse de comida en Cúcuta y regresar a su casa en San Cristóbal, ciudad vecina de San Antonio. No critica los reforzados controles migratorios, pues considera que Colombia “ha sido muy hospitalaria ante la tragedia que vivimos”.
El gobierno colombiano suspendió esta semana la emisión de las Tarjetas de Movilidad Fronteriza (TMF), que facilitaban el tránsito de venezolanos en la zona limítrofe.
Las tarjetas seguirán vigentes, sin embargo, las expedidas hasta el momento, y quienes no las tengan deben presentar pasaporte.
La medida ha sido acompañada por mayores restricciones a lo largo de los 300 metros de trayecto en el puente internacional.
Se hacía en pocos minutos, pero ahora cubrirlo puede llevar más de una hora.
Yommy Cristaldo se alista. No regresará.
“Me voy del país por mejoras para mi familia y el futuro de mis niños”, contó este hombre de 31 años, cuyo destino es Bogotá.
Sus ingresos como textilero en Caracas, disueltos por la hiperinflación (13.000% para este año según el FMI), son insuficientes para vivir.
Otros se van más lejos. Giovanni Caserta tiene un año planificando su viaje desde la ciudad de Maturín, al otro costado de Venezuela, y llegó el momento de hacerlo, porque no puede “aguantar más”.
Colombia es para él la primera escala de una travesía de siete días en autobús rumbo a Argentina.